La otra vida


Clemente Aurelio Sánchez Rodríguez


¡Aviéntalo ya pendejo!, ¡Ahí viene la tira!- Un petardo es lanzado hacia la escuela, todos salen corriendo...

Él era porro de un Bachilleres, casi siempre iba al CETIS que está cerca de mi casa, para hacer lo que suelen hacer los de su grupo, a saber, aventar petardos, gritar porras o jugar pelota. Con sus amigos se comportaba diferente, mostraba su lado rebelde; sin embargo, esto a mí poco me importa, porque estoy muy enamorado de él, aunque fuera una relación muy complicada, por ser de hombre a hombre en un grupo de porros.
Pero era precisamente por esto último que yo amaba a Andrés, pues lo veía como al humano que amo, a ese hombre con el que estoy, no como al porro que suele ser.

Aunque por otro lado, yo ya le había pedido que abandonara ese grupo, pues me preocupaba que un día la policía lo agarrara por herir a una persona, o los porros del CETIS le fueran a hacer algo por andar haciendo desastres, pero, "Es mi vida chaparro, yo quiero seguir", era lo único que me respondía cuando le sugería lo antes dicho.

Evidentemente su grupo desconocía sobre lo nuestro; incluso, no sabían nada de la sexualidad de Andrés. Él cuando podía, aparentaba ser heterosexual, pero en el fondo, su gusto por mí perduraba; pues él no era como cualquier porro, ya que era muy tranquilo, escuchaba música de "todo" menos banda y reggaeton, aventaba petardos por diversión, no para lastimar (aunque ya le había dicho que eso también era una agresión).
Tampoco se creía el valiente cuando estaba con ellos, era muy precavido. De hecho, podría decir que era el más inteligente de todos.

Mis amigas, por supuesto, decían que lo dejara, que era muy peligroso el estar a su lado, y otras opinaban que era algo valiente de mi parte estar con un porro. Yo simplemente me enamoraba más a cada segundo, por esa ternura que manifestaba cuando estábamos juntos, porque realmente sentía mi corazón latir por él.

Un día estábamos en casa solos, hablábamos de muchas cosas, y en un momento inesperado, Andrés me dijo:
-Quiero que sepas algo; sé que a ti no te agrada que me junte con los porros. Muchas personas nos ven mal, nos critican, y no los juzgo, la mayoría de ellos realmente no aportan nada, pero, si tan solo yo pudiera cambiar un poco la forma de pensar de todo ese grupo, que se volviera una verdadera forma de manifestar la inconformidad, yo...-

(Interrumpiendo a Andrés) -Amor, bien sabes que una persona no puede cambiar a un sector que tiene años de actuar de la misma manera. Sé que tú realmente buscarías otra ideología, y no te culpo, yo también así lo quisiera; sin embargo, si es tu decisión estar ahí, no puedo obligarte a lo contrario. Yo amo el hecho de que quieras ser diferente, y que no te guste hacer mal a la gente cuando estás con ellos, yo amo al Andrés que es igual de humano como todos- respondí,tomándolo del cuello y lo besé profundamente...


Al día siguiente, Andrés estaba afuera del CETIS al que acostumbra a ir, y como siempre, estaba con sus amigos porros.

-Wey, lanza este petardo hacia el edificio que está adentro de la escuela-Le dijo uno de los porros.

-Pero, no hay nadie adentro ¿verdad?-Preocupado responde Andrés.

-¿Lo vas a lanzar o no?-El sujeto saca una navaja y la pone en la espalda de Andrés, dando a entender que si no lo hacía se la enterraría.-¡Aviéntalo ya pendejo!, ¡Ahí viene la tira!

Andrés entonces toma el petardo, apunta hacia una de las ventanas del edificio, arroja el objeto lo más fuerte y este rompe el vidrio, entra al salón y estalla.
Tras esto se oyen gritos de espanto y desesperación, salen personas del salón, algunos con sangre, otros espantados, algunos se desmayan.

-¡No mames!, ¡sí habían personas adentro! Cuando voltea Andrés, el tipo le clava la navaja en un brazo y se va corriendo.
Andrés herido también huye de ahí, sin embargo, las patrullas ya lo siguen muy de cerca, él entra a la calle donde está mi casa y llega rápido.
Toca la puerta.

-¿¡Andrés!?, ¿¡qué te pasó en el brazo!?- asustado dije.

-Amor, un tipo me amenazo para que aventara un petardo a un edificio del CETIS, lo hice y herí a varias personas con la explosión, ahora la policía me persigue.-

-¿¡Que hiciste qué!?, ¡Dios!, seguro te vieron entrar a la calle- exaltado comenté. A ver, calma, debemos pensar cómo huir. El coche de papá está aquí, sólo hay que salir rápido y así te perderán la pista. Lo tomé de la mano y corrimos hasta donde estaba el auto.

-Perdóname chaparro, no quería meterte en esta situación. Me besó.

-Ya tranquilo, después hablaremos de esto- respondí y subimos al carro.

Se estaban abriendo las puertas para salir de la casa, pero cuando ya íbamos a arrancar, vimos a muchos porros del CETIS que estaban justo enfrente de la calle.
Arrancamos y comenzaron a disparar al automóvil, estuvimos a punto de bajarnos, pero no lo hicimos, sin embargo, un balazo entró a una de las llantas, por lo que tuvimos que dejar el auto.

Andrés y yo corrimos lo más que pudimos; él me tomó del brazo para ir más rápido, pero en ese momento.

-¡Pinche puto! Se oyó un disparo.

Andrés cayó al suelo y yo me detuve por el jaloneo de la caída. Me agaché a él.

-Amor por favor, no te mueras, por favor resiste un poco más. Cuando terminé de decir esto, similarmente a como las sensaciones del susto y el temor atraviesan el pecho, de esa misma forma sentí cómo un balazo se hundía lentamente en mi espalda. Caí entonces sobre Andrés.

-Corazón... Perdóname por no cuidarte bien- decía yo con las últimas energías que me quedaban.


-Perdóname tú a mí, Marco; ambos otra vida merecíamos...

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